lunes, 6 de abril de 2009

LA CRISIS FINANCIERA Y OCUPACIONAL: entre Escilla y Caribdis.

De Palabras Apropiadas en la vida, las noticias y la política.
Tiempo atrás el discurso marxista promovía la lucha revolucionaria para terminar –decían- con la desigualdad social entre clases: proletarios vs. burgueses, propietarios vs. trabajadores, y nuestros “violentólogos” siguen afirmando y justificando la existencia de la guerrilla por las desigualdades socioeconómicas en Colombia (¿acaso no existen en todos los demás países de Latinoamérica, donde no sufren la peste guerrillera?’). No señores: la brecha social actual preocupante no es tanto entre ricos y pobres sino entre ocupados y desocupados, porque al paso que vamos la gente se despertará cada día no alegre de vivir sino angustiada por sobrevivir. Todo el mundo entiende esta realidad, excepto un puñado de izquierdosos criollos, todavía atontados por el golpe que les propinó la caída del Muro de Berlìn hace 20 años. Otros alegan que “hay que cambiar el modelo económico”, pero no agregan por cuál otro. Y casi todos los aspirantes a la presidencia se limitan a denunciar en tono solemne lo que todo mundo sabe: hay que resolver los problemas socioeconómicos… pero no dicen cómo ni con qué. Lo grave es que este problema de falta de ocupaciòn productiva se extiende con la actual crisis económica cual epidemia por todo el mundo, y en nuestra frágil sociedad colombiana podría destrozar el delicado tejido interno que nos une como nación de gente buena.

Qué es una CRISIS ECONÓMICA? Es una situación caracterizada por depresión o inflación excesiva en el ciclo económico; el aparato productivo de un país se contrae y se genera escasez de bienes, inestabilidad en el mercado monetario y de créditos, acompañada por quiebra de bancos y pérdida de confianza del público en las instituciones financieras, como las que prestan o guardan la platica ajena, y le sigue una CRISIS DE LIQUIDEZ (o falta de platica) porque se reduce drásticamente el dinero disponible para prestar, limitando seriamente la posibilidad de endeudarse para producir o gastar, y como consecuencia se reduce el consumo y la inversión, afectando a su vez el crecimiento económico y las fuentes de trabajo remunerado. Todo un círculo vicioso.

Lo básico, la clave de la riqueza de las naciones y de sus gentes es mejorar el PRODUCTO INTERNO BRUTO (PIB) o suma de la producción de una economía que refleja el flujo de bienes y servicios producidos en un país en un determinado periodo de tiempo; para ello es CONDICIÓN NECESARIA (sin la cual algo no es posible) la SEGURIDAD nacional y personal y la administración basada en la HONESTIDAD y la EFICIENCIA. Con estos valores podremos mantenernos a flote en medio de la crisis. No puede la historia dar marcha atrás en algunos avances de la humanidad coadyuvantes de la actual desocupación planetaria, como fueron, primero, la revolución industrial y sus máquinas, y luego la incorporación plena de la mujer al mercado laboral permitiendo su mayor realizaciòn personal pero duplicando la oferta laboral. Hay, sin embargo, otros factores co-responsables del problema, sobre los cuales sí podríamos intervenir al menos a largo plazo: el crecimiento poblacional – y llegar al Nivel Cero de Crecimiento (ZPG) y controlar el avasallador influjo de la tecnología, en especial de la robótica, como ya nos había advertido el notable escritor H. G. Wells. Porque, de no hacer nada ¿qué le espera a la creciente generación infantil que viene en camino hacia el trabajo? A falta de trabajo productivo habrá tanta delincuencia que los (muy costosos) sistemas policiales y judiciales colapsarán.

Lo espinoso del asunto estriba en que la Economía nos coloca en la misma situación de los antiguos navegantes griegos cuando debían pasar por un importante y muy estrecho paso marítimo en cuyos lados –Escilla uno, Caribdis, el otro- arreciaban desastrosos remolinos entre arrecifes, de tal suerte – o mala suerte- que los marinos cuando intentaban alejarse de uno, irremediablemente naufragaban en el otro. Por ejemplo, dicen que no hay dinero en circulación para mover la economía… pero si aumenta el circulante, entonces arrecia la inflación y los precios se elevan; si disminuye el precio del dólar, celebran los importadores y se desvelan los exportadores; las entidades financieras deben prestar dinero para activar la economía, pero precisamente por la crisis crecerá la cartera de dudoso recaudo a costa de los ahorradores. Todos preferimos productos de buena calidad, que duren toda la vida –como los “made in Germany”- pero a la larga, se satura el mercado y cierran las fábricas… entonces entran los desechables “made in China”. Y si debemos limitar los gastos a lo esencial, perderá la industria de la diversión y de los atractivos productos suntuarios, que ocupan a tanta gente. Importar arroz, maíz o cemento para venderlos a precios más baratos que los nacionales agradará a todos los consumidores, pero dejará sin oficio a los productores. Entonces, los productores deben incorporar máquinas y robots para producir más barato desplazando la mano de obra humana…
Ante este panorama trágico soñamos con genios de la economía política que aparezcan con el “modelo” para romper el cìrculo vicioso, y sin duda llegarán, porque en todas las generaciones la gente cree que atravieza los momentos peores de la historia y los ancianos exclaman que “llegó la hora llegada”, pero la siguiente generación siempre ha sabido encontrar remedios a las situaciones que las anteriores consideraban insolubles.

En Colombia hemos tenido excelentes ministros de Economía y gracias ellos nuestra economìa nacional se ha mantenido sin mayores sobresaltos mientras han naufragado casi todas en nuestro continente; saco de la lista al ex presidente Gaviria, cuando le dio por abrir de golpe el mercado sin permitirle a nuestros industriales prepararse para la invasión de productos extranjeros.Afortunadamente tenemos un presidente objetivo, honesto y capaz, y en la arena política ya se encuentra el Dr. Andrés Felipe Arias, un candidato joven con iguales dotes, energía, conciencia social y preparado para enfrentar con inteligencia y eficiencia los nuevos desafíos, como ya lo ha demostrado con creces en su paso por el ministerio. Además, a diferencia de otros aspirantes, presenta soluciones específicas para el problema mencionado, como la creación de nuevos polos de desarrollo en el campo colombiano. Y lo que más admiro de él es que tampoco tiene pelos en la lengua para hablar claro, con las palabras precisas y sin tapujos, miedos ni las zalamerìas electoreras propias de casi todos los candidatos presidenciales del pasado… y de quienes se ven venir.

ACUERDO ¿HUMANITARIO?

Acuerdo ¿Humanitario?
Alan Jara regresó de su infame cautiverio, o muy agradecido con su captores que lo dejaron salir, o muy despistado. Llegó “hablando fuerte “sobre el cacareado y mal llamado “acuerdo humanitario”, proponiéndolo como la única solución para que los secuestrados vuelvan sanos y salvos a sus hogares. El despiste del señor Jara consiste en que la Farc NUNCA ha estado interesada en una acción humanitaria, y lo único que ha pretendido es obtener el despegue estratégico de un territorio colombiano para reorganizar sus menguadas fuerzas beligerantes, o narco agresivas, mejor.

Durante estos años han llamado “acuerdo humanitario” al acto de liberar miembros de grupos armados a cambio de civiles inocentes y militares que representan al estado democrático; curioso –por decir lo menos- que repitan esta consigna ex presidentes, congresistas y personajes del país sin pensar en las consecuencias morales, políticas y humanas (qué tal más secuestradores sueltos). Como bien anotó al respecto días atrás el vicepresidente, “hay un problema semántico que el país debe empezar a entender”, y de ese problema nos ocuparemos.

Las circunstancias del caso actuales e históricas, incluso los acuerdos de Ginebra, hacen inaplicable la conjunción de los términos “acuerdo” y “humanitario”. Quienes todavía no nos reponemos del vil asesinato de los dos prohombres antioqueños y sus compañeros y de los diputados del Valle –entre otros- vemos más lejos aún el sentido de “humanitario” que se le pretenden dar al “acuerdo”, el cual parece más bien un canje, chantaje, trueque, cambalache o incluso trata de blancos, que si acaso podría soportar, en lugar de humanitario, el calificativo de pragmático, esperanzador, entreguista, claudicante, etc.”.

Es que comerciar con el dolor de los inocentes –víctimas y familiares- va más allá de toda concebible impiedad. ¿Porqué tal impasibilidad ante el sufrimiento ajeno? Algo ha de pasarle a la gente cuando vive huyendo en la selva. Cómo es posible que los líderes de las Farc, quienes deben ser inteligentes para sostener tamaña empresa, nieguen la realidad de que los colombianos estamos hartos de su proyecto narco-bélico-político, que la comunidad internacional comenzó a despreciarlos por sus secuestros, que el apoyo popular y de los intelectuales “de izquierda” se esfumó hace tiempo, que se le vino encima el Muro de Berlín, y ni se percataron de ello; ya Rusia ni Cuba son espejos, ni espejismos, de lo que farquianos y helenos prometieron para los pobres, lustros atrás; además, la justicia social que los congregó se ha transformado, de hecho, en acciones contra los más desfavorecidos. ¡Quién pierde cuando derriban una torre de conducción de electricidad? Los tenderos de la esquina, que no tienen para comprar una planta eléctrica...


Es que comerciar con el dolor de los inocentes –víctimas y familiares- va más allá de toda concebible impiedad. Es inexplicable desde la conciencia de cualquier ser que merezca llamarse humano, la IMPASIBILIDAD (incapacidad de padecer o de sentir) de los líderes de la Farc ante tanto sufrimiento que generan, dizque para servir al pueblo y promover su revolución.

La Farc nos recuerda el mito de PROCUSTO. Este personaje pretendía “nivelar” a todos sus huéspedes, pero a su modo: los acomodaba en un lecho, y si a alguien le sobresalían los pies, se los cortaba, y a los más bajitos los estiraba atándoles grandes pesas. Menos mal que apareció Teseo, una especie de Rambo de la época, y acabó con Procusto dándole su misma medicina. ¿Cuándo entenderán estos farquianos que la igualdad social no se logra eliminando pies y cabezas, y que sus actos no generan sino más pobreza, tragedias y repudio universal?

El vocablo ACUERDO deriva del verbo ACORDAR, significa determinar o resolver de común acuerdo o por mayoría un asunto. Ahora bien, para que se pueda hablar de “acuerdo” (como de negocio, intercambio, trueque) es condición necesaria que las partes tengan interés en lograrlo; y al parecer, en este doloroso caso, una sola parte –los dolientes y el gobierno- ha sido la única interesada. Es impresionante tanto verbo mientras la contraparte –la FARC- calla estratégicamente y no demuestra ni el más mínimo interés, ni humanidad. Y como si faltara más locuacidad, miembros de la autoproclamada “sociedad civil” no hacen sino hablar, viajar y casi exigirle al gobierno que libere a los secuestrados. Ahora resulta que a los ojos del mundo y de otros despistados colombianos es el presidente Uribe y su gobierno los responsables de que la FARC tenga secuestrados a centenares de colombianos en condiciones nada humanitarias.

Alguien replicará: “Pero la FARC sí quiere el tal acuerdo humanitario, y sólo exige que se les despeje un pedacito del territorio nacional”. ¡Claro!, pero ellos mismos han repetido que el tal despeje es sólo para “hablar de la posibilidad”, no para acordar el intercambio de inocentes por delincuentes. Y como si faltaran más hablantinosos, está unido al coro nada menos que el presidente Chávez, quien cada día parece más un híbrido de los dictadores Trujillo, Mussolini e Idi Amín.

SOBRE IZQUIERDAS Y DERECHAS”

Sobre Izquierdas y Derechas"
Mientras más reflexiono sobre esta distinción, menos la distingo, porque ambos términos -con más de 200 años en circulación- se han cargado de tantos calificativos positivos y negativos provenientes de defensores y detractores, que hoy tienen más fuerza emocional que precisión conceptual. Algunos relacionan la palabra izquierda con progreso, revolución, cambio, lucha, justicia social, comunismo, y otros con anarquía, improductividad, populismo; y derecha con orden, producción, desarrollo, unos, o con fascismo, desigualdad social, nacionalismo, otros. Cada activista político, situado según él en la derecha o en la izquierda, se presenta como liberal y demócrata, y tilda al otro de represivo, dictatorial o reaccionario, con buenos ejemplos de parte y parte. Son conceptos de impacto social e incluso existencial, y no pocas personas les han dedicado sus vidas. Pero el tiempo y los intereses políticos rompen barreras semánticas y así el sentido preciso naufraga en palabrería. Para entenderlos un tanto debemos ir al origen y a su aplicación política real.

La distinción se remonta a la Revolución Francesa, cuando en la Asamblea Nacional los partidarios de conservar la organización tradicional –la Monarquía- se colocaron a la derecha de la tribuna, y a la izquierda los más radicales, quienes proponían cambios según las nuevas ideas de libertad y de progreso. En décadas posteriores quienes defendían el orden social y político establecido, enfatizando el capitalismo, representaron la derecha del espectro político, mientras se tildaron de izquierda las fuerzas críticas del sistema, que reivindicaban los valores de justicia e igualdad real con tesis socialistas.

El hecho histórico indiscutible es que desde siempre han existido dominantes y dominados, ricos y pobres, y esta brecha ha persistido por igual en regímenes llamados de izquierdas y derechas, capitalistas o comunistas. Si bien tal brecha fue planetaria y monstruosa hasta iniciado el siglo pasado, el mundo ha cambiado; en muchos países emprendedores donde luchan al unísono para alcanzar metas comunes de bienestar y desarrollo, los pobres se han aproximado a los “ricos” y las fronteras clasistas y racistas se han difuminado. Mandela y Obama son buenos ejemplos de ello. En otros países, como Colombia, donde nos toca invertir gran parte del presupuesto no en la defensa externa, sino en la interna, todos son cada vez más pobres (excepto un puñado de monopolistas y narcos sobrevivientes). Así que la brecha cantada en los discursos izquierdistas entre propietarios y trabajadores, es ahora anacrónica; la brecha actual es entre trabajadores Sean gerentes u obreros) y desempleados.

Lo curioso es que quienes todavía se aferran a la distinción y de paso le imprimen características morales a unos e inmorales a otros, califican a cualquier oponente de derechista y superficial; lo grave es que muchos prefieren los gritos, las consignas y murallas a la razón y los argumentos. Pero les concedo que hay personas que estudian la política con uno solo de sus ojos, y algunos de ellos propinan izquierdazos y derechazos.

Sin duda cualquier autodenominado “izquierdista” estará de acuerdo con la siguiente definición descriptiva que presenta un notable izquierdista francés, H. Weber, en su librito titulado La Izquierda explicada a mis Hijas (FCE, de 80 páginas que vale sólo 34.000 pesitos): “La izquierda es ante todo un a actitud frente a la sociedad basada en una concepción del hombre. Son de izquierda los que no se resignan a la injusticia, el desatino, la violencia, la barbarie del mundo. Los que ven la responsabilidad de dicha situación en la mala organización de la sociedad y no en la voluntad divina o la naturaleza de las cosas. Los que pretenden mostrar el cambio al mundo mediante la acción colectiva para hacerlo más conforme a los valores que sostienen: libertad, igualdad, solidaridad, razón, derechos humanos, democracia, defensa de la naturaleza”.

Extraño, por decir lo menos, que hubieran ignorado tan autorizada caracterización grandes líderes autoproclamados izquierdistas como Stalin, Mao, Castro, Pol Pot, Chávez, Ortega el “nico o nica”. Pero si eso es ser de izquierda, yo también lo soy, al igual que quienes creemos en el humanismo, y otros tildados de derecha como nuestro actual presidente. La tinta roja o azul es mero maquillaje. Como bien ha demostrado la historia reciente, las izquierdas en cuanto toman el poder asumen los vicios que le atribuyen a la derecha y luchan... pero para defender su orden establecido (¿Chávez?) o para acabar con la pobreza, empezando con la propia (¿Ortega?). Si no, veamos a lo que le ocurre a Fidel Castro y a su gobierno; le sucede como al cuerpo humano: el lado izquierdo se rige por el hemisferio cerebral derecho.

No es correcto fabricarse hermosas definiciones de lo que uno cree, le gusta o profesa para luego endilgárselas No señores: las palabras tienen un núcleo significativo propio y no el que forzamos en nuestro favor; uno es lo que es y las cosas son como son, no como nos las imaginamos.

Y para rematar mi punto de vista, citaré un autor que casi todos respetamos: don José Ortega y Gasset, quien en su obra La Rebelión de las Masas ¡de 1937!, escribió:

“...La misión del llamado “intelectual” es, en cierto modo, opuesta a la del político. La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban. Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral. Además, la persistencia de estos calificativos contribuye no poco a falsificar más aún la “realidad” del presente, ya falsa de por sí, porque se ha rizado el rizo de las experiencias políticas a que responden, como lo demuestra el hecho de que hoy las derechas proponen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías” (Ed. Círculo de Lectores, pp. 187-188).
Y conste que son ideas expresadas hace más de medio siglo. Como escribió el filósofo Julián Marías en el prólogo de 1982, “Este libro... es más verdad que cuando se escribió; ahora es cuando de veras empieza a resplandecer su significación; sirve para entender el mundo de entonces, pero todavía más aquel en que estamos…”. Y ahora, con “izquierdistas y derechistas” en el panorama político nacional, veremos si los orteguianos tenemos razón o no.

1) DE ÁRABES Y JUDÍOS

1)De Árabes y Judíos
El sempiterno conflicto en Oriente medio, inflamado en estos días con las bombas de unos y los cohetes de otros, nos trae a diario las palabras que describen a sus protagonistas, agresores y agredidos, aunque al parecer estos dos vocablos caben en la misma persona llámese judío, israelita, sionista, hebreo, árabe, musulmán, mahometano, islámico, etc. ¿Cómo se distinguen?

Según la tradición bíblica, Noé tuvo tres hijos antecesores de los demás pueblos de la tierra (Gen. 10,32); de uno de ellos, Sem, provienen, entre otros, árabes y judíos (de ahí el error humano y conceptual de los nazis al perseguir a los judíos como semitas, pues esta raza se disolvió). Abraham (hacia 1800 a.C) fue el padre del actual pueblo judío (pueblo, por la comunidad de origen y costumbres) cuya intensa y complicada historia, al igual que sus formidables comunicaciones con su dios, Jahveh, la aprendimos en los años escolares.

Como hablaban una lengua semítica, el hebreo, los otros pueblos los designan como hebreos (Gen. 39,14). Un nieto de Abraham, Jacob, recibió del ángel un nuevo nombre, Israel (Gen.32,28), cuyos doce hijos conformaron “las doce tribus de los hijos de Israel”, por lo cual se autodenominaron israelitas, quienes adoptaron luego la ley de Moisés, conquistaron Palestina (Gen. 7,1-7) e incluso ¡la continúan conquistando¡

A la muerte del rey Salomón ocurrió una división: diez tribus ocuparon el norte y formaron el Reino de Israel; las otras dos –la de Benjamín y Judá- ocuparon el sur y crearon el Reino de Judá, que incluía Jerusalén. Ambos reinos fueron conquistados y sus habitantes deportados, el primero por los asirios (721 a.C) y el segundo por los babilonios (587 a.C.). Los del sur –los de Judá- preservaron mejor su unión y creencias religiosas durante el cautiverio; al retornar construyeron en Jerusalén un nuevo templo unificador de su fe, y por ello el nombre judíos se impuso en la historia para identificar al pueblo de Israel y a sus descendientes.

Diversos avatares condujeron a su dispersión por el mundo, especialmente a partir de la sangrienta toma de Jerusalén el año 69 d.C. narrada en escalofriantes relatos por el escritor contemporáneo judeo-romano Flavio Josefo. En 1897 apareció un movimiento político –el sionismo- para promover la creación de un estado independiente para los judíos en Palestina, y lograron crear por decreto de la ONU en 1948 el estado de Israel, de tal manera que israelita es ahora el oriundo de Israel, y el conflicto actual por la tierra es entre palestinos e israelitas, más que entre judíos y musulmanes, y cuando se cuestionan sus avances –o despojos- territoriales, el responsable es el sionismo, más que al judaísmo.

Los judíos son entonces un grupo de personas unidas durante cerca de 3000 años por lazos de religión, sangre, cultura e historia; que constituyan una nación o un grupo religioso es materia de discusión, pues no hay una definición de “judío” que todos compartan. El judaísmo es la religión tradicional y oficial de los judíos. Los judíos oriundos de España se conocen como sefarditas. ¿Por qué los han detestado tanto? A unos, por avaros (como los escribe Shakespeare en El Mercader de Venecia); a otros porque su talento para hacer dinero nos despierta envidia; y a la mayoría, porque nunca se integraron realmente a las culturas y países que habitaron después de la diáspora del año 69. Siempre se consideraban y se presentaban como: “judío de España, o “judío , de Alemania”


En el otro bando bélico están los palestinos que viven como sardinas en una pequeña franja territorial, la franja de Gaza y otros que habitan territorios compartidos más al norte, al occidente del río Jordán. También los llaman árabes, porque la palabra árabe designaba originalmente a las tribus nómadas de la península arábiga, y desde tiempo atrás se aplica a los nativos de Arabia y a los pueblos de lengua árabe, esparcidos desde el extremo noroccidental de África hasta el golfo Pérsico. Estos árabes fueron tribus dispersas, cada una con sus dioses, hasta cuando hacia el año 630 de nuestra apareció un nuevo profeta que creyó –y le creyeron- que Dios hablaba por su boca, predicando una nueva religión monoteísta (que reconoce un solo dios, Alá) y un principio supremo: “la entrega a la voluntad de Dios”, concepto que en lengua árabe es islam. Islamismo es entonces el conjunto de dogmas y preceptos morales contenidos en el libro de Mahoma, El Corán, e islámico quien los acepta. Los nuevos adherentes practicantes recibían el nombre árabe de muslim, que significa creyente, del cual deriva, a través del francés, la palabra musulmán. La forma española de Muhammad es Mahoma, y por eso es mahometano quien sigue sus enseñanzas o su religión. En esencia, la palabra islámico enfatiza el apego a la doctrina, musulmán, a la doctrina y las obras, y mahometano al profeta fundador, pero no tienen diferencia práctica.

Esta nueva religión congregó a las tribus de la península proporcionándoles unidad política, religiosa y cultural. Crearon el Imperio Musulmán, que extendió la religión islámica -y en parte la lengua árabe- desde Indonesia hasta España, en unos lugares por la fuerza de la palabra, en otros por el terror, la intimidación o la conveniencia.

En Arabia septentrional (que significa “al norte”, por las siete estrellas de la Osa Mayor) habitaba la tribu de los aguerridos sarracenos. La palabra sarraceno adquirió en occidente sentido peyorativo y con ella designaban a musulmanes, árabes o moros, principalmente cuando ejecutaban actos de piratería. Los moros eran los musulmanes árabes habitantes de África fronteriza con España, que ocuparon buena parte de la península ibérica; mozárabes eran cristianos que vivían entre los moros de España, y moriscos los moros que permanecieron en España luego de su expulsión por los Reyes Católicos en 1492.

Como ven, muchos vocablos para unos individuos que, al parecer, no caben en el mismo rincón del planeta